Las uvas recepcionadas en bodega, en primer lugar se analizan para conocer parámetros importantes tales como el grado, la acidez, el pH y el estado fitosanitario. En función de estos parámetros, la uva se clasifica por calidades, rechazando aquella que no alcance el nivel exigido para nuestros vinos.
Los racimos procedentes de nuestras parcelas seleccionadas se vendimian manualmente en cajas de 18 kilos de capacidad, para que lleguen a la bodega en perfecto estado. Tras un periodo de estancia en cámara frigorífica a 4oC durante 2‐6 días, las uvas pasan por una mesa de selección, donde manos expertas eliminan aquellas que presenten alguna irregularidad.
A continuación, los racimos son introducidos en las despalilladoras, donde se separa el raspón, introduciendo seguidamente las uvas en los depósitos de fermentación.
Cada viñedo exige una vinificación diseñada a medida, pero en términos generales consta de tres etapas: maceración prefermentativa en frío, fermentación y maceración post fermentativa por lo que suelen ser habituales encubados de 18 a 20 días.
Culminada la total transformación de los azúcares de la uva en alcohol, se procede al descube de los vinos y al prensado de los orujos mediante prensas neumáticas. El resultado final o, mejor dicho, el punto de partida, son vinos jóvenes, aún excesivamente duros y nerviosos, que necesitan del paso lento del tiempo y de la dulzura de la madera para poder llegar a expresar toda su calidad.